♦ Tiempo de obstinación



Tiempo de obstinación Primera edición: 1982 Ediciones Museo Rayo ©Aníbal Manuel anibal-manuel@outlook,com Diseño de carátula: Omar Rayo Maquetación: El autor





PRESENTACION DEL POETA

Aníbal Manuel lleva entre las manos un círculo que es la memoria: “Con aromas de limón y de cenizas vengo / con esta memoria que se empecina en saltar muros y alambradas”. Cada recuerdo significa soledad y la soledad lo impulsa a regresar por las calles de su pueblo –Roldanillo- y a entrar en los cuartos ocultos de una infancia a la vez perdida y viviente. El poeta dice: “Es que nada me ha sido dado”; sin embargo, extrae de la esencia misma de lo cotidiano un lenguaje limpio y hondo. Reconoce todo lo que le rodea y le ha rodeado, como lo hace un ciego tocando la cara de un ser amado, rozando los objetos con los labios y robándole a los lugares donde reposaron seres ausentes el sabor de lo que no puede medir con el tiempo, el que se convierte en algo que nos persigue sin poder alcanzarnos: “¿Hasta cuándo este polvo que se pega a mis talones?”

La visión del poeta es como la de un agonizante lúcido que en el momento de la muerte desenvuelve todo el significado de los rincones más familiares llevándolos con él hacia dentro y apagándolos con los párpados, que son espejos como lo es también el poeta. Aníbal Manuel es un espejo fiel de una realidad que ni invierte ni deforma. Los poemas en TIEMPO DE OBSTINACION no son trucos, ni juegos ni fuegos artificiales de palabras. Transmiten sin transformar, desgarrándonos con su poder de penetración.

Aníbal Manuel forja una poesía a la vez sensible y fuerte en su reticencia; es la consciencia de que el sonido de la tierra girando interviene entre silencio y silencio, paso y paso, palabra y palabra del cantecaminante. Como la música de la flauta andina, estos poemas se alimentan de una tristeza profunda, fruto de la madurez y de la consciencia absoluta de que todo es efímero. Solitario hasta la médula, seguro en su oficio de creador, vestido de la integridad de lo auténtico y armado de una visión individual única, Aníbal Manuel cumple en cada poema de TIEMPO DE OBSTINACION un compromiso con la verdad y crece como hombre, enfrentándose a la voz que le dio su tierra.


AGUEDA PIZARRO

New York 1981




a anibal arias, justamente




con aromas de limón y de cenizas vengo con esta memoria que se empecina en saltar muros y alambradas el leve rumor de un vagabundo derrota la noche y un viento de miseria agita periódicos y cortinas desgarradas tal vez detrás de las ventanas una mirada hostigante se disponga a retenerme: soy ese vagabundo y con aroma de limón y de cenizas voy cantando

leve y horizontal la aurora crece como trinos para deslizarse por los entornados portones de rosados insólitos por grietas que ocultan imágenes y pasos y voces que fueron voces y gestos indispensables a toda suerte de acrobacias no sobra decir que hubo auroras diferentes en que casi era imposible despojarnos de tanta humedad en las mejillas y casi imposible -como ahora que lo digo- evitar el estallido sordo de tanto palabrerío fútil y sin vigencia

de nuevo la ciudad renueva la imagen del tedio del ruido de motores de la gente que se desliza como en un filme de chaplin de nuevo la ciudad un gamín reclama una moneda un vendedor de suerte me ofrece cuatro números qué imposible es aquí meter las manos en los bolsillos y echar a andar como si nada arrastrar los pies sin prisas saborear el silencio hasta el hartazgo detenerse en un rostro que parezca conocido olvidar el tiempo y la distancia qué imposible es aquí echar a andar como si nada

fornical la mañana se levanta atravesando cristales en donde se destacan siluetas de pecados que humedecieron sábanas hasta bien entrada la noche musical el día empieza rememorando a un beethoven que gira póstumo en pentagramas de estéreos bien podemos suponer que desde siempre hubo un solapado presente de desconcertados conciertos en donde los melómanos adulterios bostezaban señales desde la platea hasta el palco mientras las carnes iban estallando lascivas entre los aplausos ¿cuántos pudores de castas señoras y apirgüinados amantes fornicaron impúdicos al ritmo de nonas sinfonías? ¿cuántos?

caminos de no volver atrás avenidas de señales indescifrables que me empujan a buscar algo que desconozco: ¿hasta cuándo este polvo que se pega a mis talones? ¿hasta dónde esta duda enfardada que llevo a las espaldas?

la tarde nos fue dejando cierto rumor en los ojos el libro abierto en el poema que amabas el buscar huellas antiguas y sueños ignorados el apartar con brusquedad la mano tibia del regreso no fueron más que vicios nocturnos que iban agujereando mi piel con sus colmillos

cuando llega la noche un silencio como de ojo ciego nos hace presentir el murmullo de fantasmas que apenas ayer nos detenían para indagar sobre cosas cotidianas: la salud del hermano delincuente la presunta dirección de nuestros sueños o el qué sería de aquellos amigos que difícilmente recordamos después la mañana nos atraviesa con ruidos callejeros para dejarnos la desolada estatura de los rostros y un catálogo de angustias arañando las paredes

tenía las uñas maravillosamente sucias el pelo ligeramente ensortijado el cuerpo un poco tirado hacia delante y una navaja dispuesta a recorrer su cuello se llamaba rosa marlen así sencillamente

golpeteos de nocturnos visitantes inventan temores en cada espacio de mi cuerpo superficies de silencio van midiendo la distancia que hay de la madera a mis ojos sobre mi pecho un galope de potro desbocado y un peso como de brujas sobre las paredes sobre la luna del espejo que dibuja otra luna sobre el retrato de primera comunión en donde sostengo una vela hace veinte años encendida ¿quién se atreve a arrastrar los pies en el tablado y a separar la niebla la repentina y a golpear en la puerta con sus nudillos de cal?

poco a poco fueron cayendo las palabras no recuerdo en qué sombra de temor estuve aprisionado ni qué fantasma me acechó por tántos y tántos siglos sólo recuerdo que torpemente me hicieron tropezar con la existencia y que fui dando tumbos de noche en noche hasta llegar a este día

v al despertar un olor de alcanforina estalla en los pulmones los objetos del cuarto interrumpen su diálogo desordenado y las palabras adquieren esa forma tuya de decirme las cosas

entonces me voy por las calles llevando sobre los hombros la edad de las lluvias me detengo en los avisos saludo amablemente al traficante de guitarras y sin pensarlo dos veces me pierdo entre la gente que camina y me conduce hacia secretos callejones en donde la miseria muerde los talones con rostro de niñez fatigada de perro hostigado de sombra que se escurre hurgando en los tinocos luego regreso a las calles llevando sobre los hombros algo más que el peso de las lluvias

Les estoy preguntando si realmente vale la pena el gesto amable el guitarreo de fórmulas corteses el sí señor el bien gracias y usted que usted escupe sin temor cuando tropieza a cada mañana con su vecino les estoy preguntando si de veras piensan que sea saludable sonreir a dentelladas

andando silbando cantando viejas melodías que de vez en cuando giran en la memoria cómo quisiera encontrarte en esa esquina para que de nuevo hablemos sobre cualquier cosa como cuando te veía con el vestido azul de colegiala y la mentira de siempre empujando una sonrisa una disculpa una leve insinuación para el abrazo

una madrugada de cereal y surco escarba y siembra la semilla con el hierro laborioso que endurece las manos y logra sorprendernos cuando apenas comenzamos una madrugada de cereal y surco de cebolla de sudor temprano de golpe de azadón que aún persiste

a veces el simple gesto me atraviesa la simple mirada de los transeúntes me detiene en el instante de una soledad que ya perdió su nombre y quedo en estas calles esperando las señales que me conduzcan las voces precisas que me llamen

como si fueran de ahora esos cuatro dedos colocados en la frente incitan a inventar jergas de recuerdos infantiles ahora sé por qué las calles de mi pueblo no fueron tan anchas ni tan limpias a mi paso desolado ahora descubro por qué no en vano decidí cambiar mis zapatos de lona por un puñado de sueños sin sentido

bastaba con arrojar mi interrogante y ahí te quedabas: muñeca de silencio presencia huyendo sin partir siquiera silencio de todo tu silencio tú

vanamente se detendrán a tocar a mi puerta inútilmente intentarán derribar mi silencio aquí me quedo: sentado en esta banco de madera tierna y acompañado siempre por una fiel obstinación

los caminos se fueron alargando y cada paso nuestro era un paso inútilmente concedido ¿quién interrumpió ese rincón en donde el simple gesto era la algarabía? ¿quién destruyó de un solo golpe el susurro que aún lograba conmovernos?

les digo –y no es solo por decirlo- que este poema tambien es para ana tulia tenorio

al volver sobre el álbum familiar me detengo en ese retrato en donde madre -en la pose natural a sus quince años- me mira sin mirarme en un intento de sonrisa No es necesario desembaular historias para adivinar que hubo épocas harto difíciles hasta entonces: esos ojos que me miran sin mirarme no pueden evitar un destello de miedo de terror por tantas y tantas cosas aprisionadas sin remedio No es necesario desembaular historias para suponer de qué ausencia de tranquilas noches y de qué interminable sucesión de gritos se inundaba nuestra casa

lluvias tardías han empezado a empapar nuestros cabellos al cabo de largos años el abuelo paralítico decidió huir sin que nadie lo supiera sin que nadie ayudara a cargar con sus dolencias con las muletas de palo con su registro de refranes preferidos con el amarillo retrato de soldado en la guerra de los mil días nada más que una mirada como de niño triste dejó abandonada en el más oscuro rincón de nuestra casa

inclinada en las tardes de su tarde descorriendo cortinas de un pasado casi desteñido abuela isabel iba sacando de su baúl amarillo trapos alcanforinados y recuerdos y extrañas leyendas de fantasmas arrieros y duendes que trenzaba bromas en las crines de las yeguas eran esos tiempos en que soñar verdaderamente nada costaba

diminuto casi un punto imperceptible en la distancia era mi padre el que con tambaleos ciegos y fatigas y un fardo de no sé cuántos años pesándole en la espalda llegaba hasta mí -en un extraña pesadilla- después de mucho tiempo

                                                                                       
			

a las que fueron

obséquienme un minuto de sus recientes mundos y hagan llegar a mí sus manos frágiles como una semilla hagan llegar a mí los días de colores las risas que estallaron tras un milagro de euforia el aroma de las cosas que apenas ayer me fueron negadas traigan también sus muñecas de trapo: quiero ser lo que ahora son

al evocar memorias de un tiempo ya gastado los espejos van repitiendo el silencio de mujeres desdentadas que ensartan agujas mientras el tedio ronda es entonces cuando alguien pretende ocultar el rostro tras el traqueteo de un lecho tras el manoseo de cuentas de vidrio que tercamente tintinean una historia de desprestigio

cierto es que he dispuesto de un amanecer para clavar mi bandera en la montaña es que nada me ha sido dado nada me ha sido otorgado a cambio de nada: cada uno de estos días de hierros enmohecidos me ha costado una lucha solitaria<