Me dicen que soy obsesivo. Es que nadie entiende que cuando mi atención se dirige hacia algo en particular, necesito conocer todos los detalles. Por eso, si voy a algún lugar prefiero hacerlo sin ninguna compañía que me afane, pues para mí es muy importante disponer de mucho tiempo para recoger todos los colores del paisaje y echar en la memoria cada objeto que encuentre dentro de los límites de la mirada. Repetir seis o más veces una redacción porque una letra quedó fuera del renglón podrá ser visto por los Otros como un acto de fijación, pero para mí es la nota discordante en la interpretación de una sinfonía. Tengo una noción muy elemental de la notación musical, pero cuando leo un manuscrito –propio o ajeno– es como si tuviera frente a mis ojos un pentagrama donde cada símbolo debe ocupar el lugar que le han asignado, pues si sube o baja una línea ya no sonará igual.
Creo que los Otros confunden obsesión con mis actos rutinarios o necesidad de repetir una y otra vez lo que no entiendo. Salir a las cuatro de la mañana a caminar y sin faltar un solo día desde hace trece años no es una obsesión; es mi rutina diaria. Mi rutina diaria, desde hace más de cincuenta años, es sentarme a las seis de la mañana a escribir, aunque nada tenga en mente y solo por el placer de escribir. Leer cuatro o cinco veces el mismo libro no es obsesión; es la necesidad de entender la semiótica y la semiología de ese texto y la metafórica del autor. Porque si escribo y utilizo el variado muestrario de las figuras literarias es obvio que sé cuál es el exacto significado y la exacta significación de lo que estoy expresando, ya que en cada palabra participé en su proceso de elaboración. En cambio, a las figuras literarias utilizadas por otro emisor debo hacerles una disección minuciosa para examinar y comprender el trasfondo en el que las utiliza. Es así como el proceso de entender una simple canción me representa un esfuerzo mayúsculo que solo yo conozco y puedo soportar. Va un ejemplo:
Una y otra vez escucho canciones desatendiendo la letra, salvo que sea muy elemental. Eso me ahorra angustias. Pero cuando llegó a mis oídos las notas ondulantes de “Convergencia”, interpretada por Pete el “Conde” Rodríguez, cometí el error de prestarle toda la atención a la letra porque algo molestó excesivamente mi capacidad comprensiva.
Esta es la letra:
Aurora de rosa en amanecer,
nota melosa que gimió el violín,
no veles tu insomnio, no viví el amor,
así eres tú, mujer:
principio y fin de la ilusión.
Así eres tú en mi corazón,
así vas tu de inspiración.
Madero de nave que naufragó,
piedra rodando sobre sí misma,
alma doliente vagando a solas
en playa sola, así soy yo:
La línea recta que convergió
porque la tuya al final vivió.
Sin duda alguna yo sé qué es una aurora, qué es una rosa, qué es un amanecer. Son significantes que me remiten a cosas tangibles o perceptibles; pero una aurora de rosa en amanecer tiene significados que, en un principio, fueron más allá de mi comprensión inmediata, porque aurora y amanecer son fenómenos paralelos. Entonces trasladé la literalidad de ese verso al lenguaje literario y logré hacer mi personal interpretación cuando entendí que el autor no se refería a la flor sino al color rosa. Rosado, decimos por acá.
Traducción: 1. Aurora rosada en el amanecer. 2. Amanecer con arreboles.
Desde cualquier perspectiva “Convergencia” es una composición compleja con toques surrealistas. Quizás esa sea la razón por la cual la siga analizando desde que la escuché por primera vez.
Otro ejemplo: En el 71 oí por primera vez a Serrat. Cuando empezó cantando:
“Harto ya de estar harto, ya me cansé
de preguntarle al mundo por qué y por qué…”
Le comenté a la persona con quien escuchaba: ¡Pobre hombre! Está tres veces cansado.
No logró entenderme la ironia.Me miró compasivamente y hasta alcanzó a preguntar qué bicho raro me había picado.
Por eso, cuando me animo a disfrutar de algunas piezas musicales, prefiero las producidas en idiomas extranjeros, de preferencia los menos hablados en el mundo. Así al menos tengo una disculpa para mi falta de comprensión inmediata y, de paso, me evito conflictos internos y otras molestias que no acosan a personas normales, como usted.